Un reciente estudio demostró que las personas que se ocupan de esta tarea tienen mejores hábitos alimentarios y realizan más actividad física. Las razones
Como si de una relación de causa-efecto se tratara, una reciente investigación encontró que las personas que se dedican a la jardinería presentan una mejor salud que quienes no se abocan al cuidado de las plantas.
Al parecer, la razón estaría en el hecho de que quienes participan en programas comunitarios de jardinería comen más fibra y realizan más actividad física que sus contrapartes que no se dedican a la jardinería. Y bien sabido es que ambos factores están asociados con un mejor estado de salud.
A esa conclusión llegaron investigadores de la Universidad de Colorado, quienes publicaron los resultados de su trabajo en la revista The Lancet Planetary Health.
Y si bien abunda la investigación sobre jardinería, los investigadores aseguran que sólo pudieron encontrar otros tres estudios que evaluaron los efectos de la jardinería en los factores de riesgo de enfermedades al asignar participantes al azar a grupos que hacían y no jardinería, y luego compararon su salud.
“La dieta poco saludable, la inactividad física y la desconexión social son importantes factores de riesgo modificables para las enfermedades no transmisibles y otras enfermedades crónicas, que podrían aliviarse mediante intervenciones comunitarias basadas en la naturaleza -señalaron los autores del estudio en la publicación de sus hallazgos-. Probamos si una intervención de jardinería comunitaria podría reducir estos riesgos de salud comunes en una población adulta que es diversa en términos de edad, etnia y nivel socioeconómico”.
Para el presente trabajo, los investigadores realizaron un estudio en 37 jardines comunitarios en Denver y Aurora, Colorado. Los 291 participantes eran adultos y no habían trabajado en el jardín en los últimos dos años. Además, más de la mitad eran de hogares de bajos ingresos.
Así, mientras un grupo fue asignado a las tareas de huerta y se le proporcionó una parcela de huerta, semillas, plántulas y un curso de iniciación a la horticultura, a los asignados al grupo de “no jardinería” se les ofreció el mismo trato durante la próxima temporada de jardinería.
Todos los participantes debieron responder encuestas de salud que analizaban factores como el peso corporal, la circunferencia de la cintura, la actividad física y la dieta.
Los investigadores recibieron fondos de la Sociedad Estadounidense del Cáncer, y durante el estudio encontraron que aquellos participantes que cultivaban un huerto aumentaron su consumo de frutas y verduras en alrededor de 1,13 porciones por día y comían más que sus contrapartes. Asimismo, consumieron 1,4 gramos más de fibra al día que el grupo de control, lo que representó un aumento en el consumo de fibra de un 7% durante el transcurso del programa.
También aumentaron su actividad física de moderada a vigorosa durante el período de estudio, al tiempo que reportaron menos estrés y ansiedad que sus contrapartes que no son jardineros.
Jill Litt es profesora de salud ambiental en la Universidad de Colorado, y autora principal del artículo, y en un comunicado de prensa aseguró que “estos hallazgos brindan evidencia concreta de que la jardinería comunitaria podría desempeñar un papel importante en la prevención del cáncer, las enfermedades crónicas y los trastornos de salud mental”.
Y si bien los investigadores vieron que las mejoras fueron modestas, consideran que son el tipo de pequeños cambios recomendados por los expertos como una forma de prevenir el riesgo de enfermedades crónicas derivadas del tabaquismo, la mala alimentación y un estilo de vida sedentario.