Algunas aerolíneas, como Aeroméxico, han tenido que disminuir el peso dentro de las aeronaves con el objetivo de garantizar operaciones seguras.
Las altas temperaturas no solo representan un desafío para actividades terrestres como el ejercicio al aire libre o el tráfico; también afectan las operaciones aéreas, especialmente durante el despegue de los aviones. Esto es aún más crítico en lugares como Ciudad de México o Guadalajara debido a su altitud. Las alertas se activan a partir de los 30 grados.
A mediados de abril, Aeroméxico anunció que, debido a las altas temperaturas en la Ciudad de México, limitaría el peso de sus vuelos programados.
El aumento de la temperatura reduce la densidad del aire, lo que conlleva dificultades técnicas durante las maniobras de despegue, explica el Capitán Francisco Gómez Ortigoza, tesorero del Colegio de Pilotos Aviadores de México.
Para superar estas dificultades, una opción sería contar con pistas de despegue más largas, pero en el aeropuerto capitalino enfrenta limitaciones de infraestructura. Debido a ello, la alternativa viable para garantizar operaciones seguras es reducir el peso de las aeronaves, buscando así una mayor ligereza.
«Estamos a más de 7,000 pies en Ciudad de México, lo que reduce la densidad del aire. Esto hace que los motores sean menos eficientes y generen menos empuje, y que las alas del avión sean menos efectivas. Por lo tanto, cada vez que la temperatura aumenta en un lugar elevado, se reduce la capacidad de carga de las aeronaves», explicó en una entrevista con Expansión.
El Capitán Gómez Ortigoza describe la aviación como «una ciencia», ya que, además de los factores mencionados, la capacidad de carga de una aeronave también depende de la potencia de los motores y la configuración aerodinámica de las alas, entre otros aspectos.
Los cálculos se realizan mediante software y aplicaciones especializadas, en los que cada variable juega un papel crucial. El especialista explica que, en un cálculo rápido, a 34 grados la capacidad máxima de carga de una aeronave es de aproximadamente 70 toneladas, mientras que a 29 grados esta capacidad aumenta a 72.5 toneladas.
«Volar es una ciencia. Cada avión tiene un peso específico y ciertas características y limitaciones de peso. No es simplemente que por cada grado de aumento de temperatura se reduce una tonelada de carga. Es un cálculo hecho al momento, un traje a la medida para cada vuelo», señala.
En su experiencia, el Capitán detalla que en un vuelo operado por él, el mayor descenso de pasajeros voluntarios ha sido de ocho personas. En algunas ocasiones ha tenido que esperar con los pasajeros a bordo a que la temperatura disminuya un grado para despegar.
Además de la Ciudad de México, lugares como Guadalajara y Toluca, que están a más de 5,000 y 8,000 pies de altura respectivamente, también presentan desafíos significativos para las labores de despegue en medio del calor.
Sin embargo, las altas temperaturas no solo se han registrado en el centro del país. En algunas zonas del norte, donde el clima árido y seco predomina, despegar en medio de olas de calor como las recientes también es un desafío.
El Capitán Gómez Ortigoza explica que, aunque las labores de despegue son más sencillas en estados como Sonora o Chihuahua debido a su menor altitud, las elevadas temperaturas provocan problemas durante el aterrizaje, principalmente por la turbulencia.
«Existen muchos mitos sobre la turbulencia, como que es muy peligrosa, pero en realidad los aviones están diseñados para soportar cargas de aceleración muy altas en cualquier dirección. Sin embargo, es muy incómoda para los pasajeros, especialmente en lugares como Hermosillo, donde se experimenta mucha turbulencia durante la aproximación. Este es el reto que enfrentamos para mantener un vuelo seguro y confortable», concluye.
Artículo tomado de Expansión, lea el original aquí.