Sólo el 13% de los trabajadores en México tomó más de dos semanas de vacaciones en el último año, a nivel regional esa proporción es de 32 por ciento. La fuerza laboral es nuestro país es la que menos descansa, pese a contar con más días a raíz de la reforma laboral.
A poco más de un año de la entrada en vigor de la reforma de vacaciones, los mexicanos se mantienen como la fuerza laboral que menos días de descanso disfruta en Latinoamérica, pese al incremento del período vacacional. Además, la mayoría de las personas continúa atendiendo pendientes de trabajo durante sus días libres.
Estos es parte de los hallazgos de la Encuesta Work in Progress 2024 de Buk. De acuerdo con la investigación, en el último año los trabajadores mexicanos tomaron en promedio seis días; esto es la mitad del período vacacional al que se tiene derecho tan sólo en el primer año de antigüedad.
En contraste, la fuerza laboral de Perú tuvo un período de siete días, en Chile se reportó un descanso de ocho días y en Colombia el promedio fue de nueve días.
En nuestro país, sólo el 13% de los encuestados tuvo vacaciones laborales por más de dos semanas seguidas. En el resto de los países analizados esa proporción fue de 32% en promedio.
En 2023 entró en vigor la reforma de vacaciones dignas, una modificación a la Ley Federal del Trabajo (LFT) que duplicó el piso mínimo de días libres a los que tienen derecho los trabajadores, hasta ese momento, esta prestación tenía poco más de 50 años sin actualizarse.
El corte de caja por ahora indica que poco ha cambiado pese al reconocimiento de más días de vacaciones. De hecho, los datos de Buk también evidencian que entre la población más joven se observó una baja disposición a tomar períodos de descanso más extensos.
“Tenemos una cultura de esfuerzo, y muchas veces no sabemos qué hacer con ese tiempo libre. Es decir, en la medida que uno está ocupado, construyes un sentido de vida. Venimos de una cultura en la que el descanso, aunque es un derecho, no es respetado y aún no es bien visto que pidas vacaciones de corrido, no en todas las organizaciones, pero en la industria mediana y pequeña, los períodos vacacionales se tornan complicados”, explica Yunue Cárdenas, coordinadora del Hub de Psicología de Affor Health y directora de Menthalising.
Pero el factor cultural no es lo único que influye en esto, también hay aspectos de políticas internas. “Muchas veces estos días de vacaciones se guardan porque no hay permisos especiales, por ejemplo, papás y mamás los usan para cuidar a los hijos cuando se enferman”, dice la especialista.
El último Informe sobre la falta de vacaciones de Expedia también evidencia la baja frecuencia con la que la fuerza laboral de nuestro país toma una pausa para descansar, pese a la reforma a la LFT. El 69% de las personas vuelve a tomar vacaciones entre seis meses y un año después de su último período de descanso.
Ivonne Borden, directora de la firma Agregando Valor, considera que las culturas organizacionales aún están en un proceso de cambio. “Las vacaciones están legisladas, pero hay culturas laborales que todavía se resisten, y creo que más allá de esa resistencia y que muchos jefes no lo ven bien, en México confundimos mucho el esfuerzo con el sacrificio”.
Estos aspectos culturales en los que coinciden las especialistas pueden también explicar una paradoja: las vacaciones no siempre se traducen en una desconexión laboral. El estudio de Buk evidencia que por lo menos seis de cada 10 empleados en México estuvieron atentos al trabajo en sus días libres, esto incluye comunicación en canales digitales como celulares o correos electrónicos, o el seguimiento de proyectos.
“La digitalización también ha abonado a que estés trabajando, aunque estés fuera del trabajo. Hay temas de mala organización y autogestión, las empresas pueden romper malas prácticas, pero también como colaborador debemos poner límites porque no estamos acostumbrados a poner límites, por un tema de competencia o porque estamos en una carrera profesional, pensamos que si no respondemos perdemos oportunidades”, apunta Yunue Cárdenas.
En algunos puestos de trabajo, expone la especialista, tomar días de descanso genera en las personas una sensación de pérdida de información relevante o de oportunidades de desarrollo.
Para Ivonne Borden, la “culpabilidad” de tomar un descanso es una sensación frecuente. “En ese sentido de quedar bien en el trabajo, confundimos el sacrificio con el esfuerzo porque sacrificamos el descanso, la salud física, la salud mental creyendo que eso es compromiso”.
El costo de no descansar
“El trabajo es una parte de nuestra vida, pero no es nuestra vida”, subraya Ivonne Borden. La falta de descanso tiene consecuencias tanto para los trabajadores como para las empresas. “Para las personas que no se desconectan serán parte de las estadísticas de enfermedades cardíacas y los trastornos mentales, y en las organizaciones, hay que tomar en cuenta que estos padecimientos ya son reconocidos como enfermedades de trabajo, hoy sí habrá incapacidades y eso es dinero para las compañías”, advierte.
La Encuesta Work in Progress de Buk muestra una relación entre el estrés laboral y los períodos vacacionales. El 56% de quienes sólo tomaron una semana o menos de días libres reporta estrés frecuente, pero esta cifra disminuye a 7% para las personas que descansaron entre dos y tres semanas.
“Hay personas que utilizan el trabajo como una evasión, para los empleados de alto rendimiento se convierte como en una adicción, es tanta la costumbre de trabajar, que un freno en seco nos genera abstinencia. Una rutina tan extenuante como la que llevamos los mexicanos también genera condiciones de adicción al trabajo”, señala Yunue Cárdenas.
Para las especialistas, es importante que desde las empresas se promueva la desconexión laboral, esto incluye modelos de liderazgo que normalicen el descanso y acciones como procurar que se tomen por lo menos seis días continuos o limitar los canales de comunicación institucionales mientras se está fuera de la oficina. Pero también es importante que los trabajadores aprendan a poner límites.
Artículo tomado de El Economista, lea el original aquí.