En escuelas públicas, el cambio a menús saludables comenzó desde 2010, mientras que en privadas y universidades la prohibición de alimentos procesados de 2021 marcó una transformación más radical.
Desde el pasado 31 de marzo de 2025, en México entró en vigor la prohibición total de venta de alimentos altos en grasas, azúcares y sodio en todas las instituciones educativas, públicas y privadas, desde nivel básico hasta universidades. La medida busca frenar los altos índices de obesidad infantil y promover entornos escolares más saludables.
Durante un recorrido por cuatro escuelas primarias públicas, padres de familia y alumnos coincidieron en señalar que el cambio alimentario había comenzado mucho antes. «Desde 2010, aquí ya nos pidieron modificar lo que vendíamos en la cooperativa. Nos organizamos entre los papás y los maestros para vender cosas más caseras: esquites, aguas de frutas, paletas hechas en casa», relató la señora Carmen Rodríguez, madre de familia de una primaria en la alcaldía Benito Juárez.
El ajuste de 2010, derivado de un acuerdo nacional para atender la obesidad infantil, estableció lineamientos claros sobre los productos permitidos en escuelas de educación básica. Desde entonces, las cooperativas administradas por profesores —y surtidas en colaboración con padres— comenzaron a sustituir la venta de productos empaquetados por alimentos de preparación artesanal, como sándwiches, tortas, quesadillas, tlatloyos, nieves naturales, fruta picada y galletas caseras.
Una transformación paulatina, no de golpe
Aunque la transición inicial fue progresiva, todavía persistían algunos ingredientes considerados poco saludables. «Sí vendíamos sándwiches, pero les poníamos aderezo. Los esquites llevaban mayonesa, queso y chile en polvo comercial», admitió la señora Alejandra Gómez, tesorera de una cooperativa escolar. «Parecía sano, pero no era totalmente saludable».
Con la reforma de diciembre de 2021, el ajuste fue más estricto: se prohibieron totalmente los alimentos industriales, con exceso de sales y azúcares añadidos, además de cualquier producto empaquetado, pero lo que hicieron las grandes empresas fue crear nuevos empaques, pequeños que podían exentar el etiquetado.
Frutas, verduras y esquites «limpios»
Actualmente, el menú en las cooperativas públicas está compuesto por frutas y verduras en trozos, aguas frescas sin azúcar añadida, esquites hervidos sin aderezos, tortas y hamburguesas sencillas, todo bajo estrictas normas de preparación.
«Ahora los esquites son solo maíz con un poco de limón. Y si quieres un sándwich, nada de mayonesa, sólo jamón y pan integral», relató Emilia, alumna de cuarto grado. Aunque para algunos estudiantes la falta de condimentos fue al principio extraña, muchos se han acostumbrado rápidamente. «Me gusta la fruta con chilito de polvo natural que venden, está rica», añadió Zoé Trevilla, de sexto año.
Privadas y universidades: el cambio sí fue radical
En contraste, los cambios en escuelas privadas y universidades fueron mucho más evidentes. Antes de 2021, cafeterías y tienditas escolares ofrecían una amplia variedad de botanas empaquetadas, bebidas azucaradas, dulces y productos ultraprocesados. Con la reforma, toda esta oferta desapareció de forma tajante en empaques medianos.
«En la universidad antes había papitas, galletas, chocolatitos, refrescos. Ahora todo eso lo quitaron, solo hay fruta, barras de cereal sin azúcar o yogur natural», comentó Estefanía López, estudiante de una universidad privada.
La diferencia de hábitos entre escuelas públicas y privadas refleja que en las instituciones públicas se trabajó desde hace más de una década para inculcar una cultura de alimentación más saludable.
«En las privadas, el cambio sí fue de un día para otro. En las públicas, llevamos más de diez años acostumbrando a los niños a comer mejor», subrayó el profesor Miguel Barrera, encargado de la cooperativa escolar en un plantel de la alcaldía Cuauhtémoc.
El etiquetado frontal como herramienta educativa
Un elemento fundamental en este proceso de educación alimentaria ha sido el etiquetado frontal de advertencia implementado en México. Desde 2020, todos los alimentos y bebidas no alcohólicas preenvasados deben cumplir con lo establecido en la Norma Oficial Mexicana NOM-051-SCFI/SSA1-2010, que obliga a informar de manera clara sobre los nutrimentos críticos como calorías, grasas saturadas, grasas trans, azúcares y sodio.
Este etiquetado consiste en sellos octagonales visibles que advierten cuando un producto contiene «exceso de» alguno de estos ingredientes, así como leyendas precautorias en caso de contener cafeína o edulcorantes, ingredientes no recomendables para menores de edad.
Entre los beneficios del etiquetado destacan:
- Ayudar a tomar decisiones de compra informadas.
- Facilitar la comparación entre productos similares.
- Advertir de ingredientes dañinos para la salud.
- Incentivar mejoras en los productos por parte de la industria alimentaria.
Además, la NOM-051 prohíbe que los empaques incluyan personajes infantiles, celebridades o elementos interactivos diseñados para atraer a niñas y niños.
Un esfuerzo de largo plazo
Aunque las medidas más recientes representan un endurecimiento de la política alimentaria escolar, en las primarias públicas este paso se vivió más como una continuación natural de un proceso iniciado hace más de diez años. «Ha sido difícil, pero lo hacemos por ellos, para que tengan mejores hábitos desde chicos», concluyó la señora Carmen Rodríguez.
Las autoridades educativas han reiterado que el objetivo final sigue siendo el mismo: proteger la salud de las niñas y niños mexicanos y contribuir a reducir los alarmantes índices de sobrepeso y obesidad que afectan a uno de cada tres menores en el país.
Ahora, tanto en las decisiones del hogar como en la escuela, el etiquetado frontal y los nuevos menús escolares son aliados indispensables para construir generaciones más sanas.
Artículo tomado de El Economista, lea el original aquí.