La seguridad industrial no es una opción; es el reflejo del valor que una empresa le da a la vida humana.
Déjame empezar con algo que puede sonar duro, pero que es real: la falta de seguridad industrial mata. Así, sin adornos. Mata más que una pandemia. Pero, como no se propaga como un virus, solemos ignorarla. La normalizamos.
El problema va mucho más allá de la negligencia; en el fondo, refleja una desvalorización de la vida. Es una muestra de la falta de conciencia sobre que si no se toman las acciones necesarias, las personas mueren.
Durante la pandemia, las empresas reaccionaron con rapidez para proteger a su gente: instalaron acrílicos, distribuyeron cubrebocas e implementaron el uso de sanitizantes. ¿Por qué? Porque el riesgo era visible y representaba una amenaza para el negocio. Sin embargo, cuando alguien pierde una mano en una máquina, otro muere electrocutado o una mujer enferma tras años de exposición a químicos, la reacción no es la misma, ni existe la misma urgencia. Y, aun así, la tragedia está al acecho.
Lo que las empresas necesitan no es un plan más. Requieren una transformación. No se trata solo de cambiar lo que hacen, sino de impactar en lo que realmente son, porque cuando redefinen su identidad, el cambio en los resultados se da de forma auténtica.
Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), casi tres millones de personas mueren al año por causas relacionadas con el trabajo. De esas, 330,000 son por incidentes, y más de dos millones por enfermedades provocadas por ir a trabajar. En México, sólo en 2023, hubo 290,527 incidentes laborales. De esos, 340 terminaron en muerte, es decir más de 300 familias fueron destruidas por algo que se pudo haber evitado.
Y no, no hablo de accidentes. Porque quiero ser claro: los accidentes no existen. En el trabajo, nada es accidental. Todo lo que pasa es consecuencia de algo que hicimos o dejamos de hacer. Si alguien muere, no fue un accidente. Fue un evento que ocurrió porque no hicimos lo necesario para evitarlo.
Vamos a lo práctico. ¿Por qué cuando hay recortes, el primer rubro truncado es la seguridad? Porque no hemos entendido que no es un gasto: es un valor. Y porque los beneficios no se ven a corto plazo, son a largo plazo, no hay beneficio inmediato y bajo esa lógica, podría parecer prescindible, pero no, porque ninguna vida lo es.
¿Por qué cuando hay recortes, el primer rubro truncado es la seguridad? Porque no hemos entendido que no es un gasto: es un valor.
Liderar una empresa no es sólo aumentar la utilidad. Es garantizar que tu gente regrese a casa. Cuando alguien muere en el trabajo, lo que se interrumpe no es una línea de producción, es una historia de vida y la de una familia.
Durante años muchas empresas en México, Estados Unidos y Latinoamérica han llegado al siguiente nivel de desempeño, ¿la clave? Comprender que la transformación comienza por las personas. Se trata de dejar de «hacer seguridad» para empezar a «ser una empresa segura». Porque cuando transformas el ser, cambias la cultura. Y cuando cambias la cultura, salvas vidas.
Hoy seguimos creyendo que un casco evita incidentes. Pero no es así, sólo reduce el daño. Y si necesitamos esa última barrera de protección, es porque todo lo demás falló. Lo ideal sería que la cultura fuera tan fuerte, que nadie se pusiera en riesgo, que las máquinas fueran seguras y la gente supiera, sin necesidad de una señal, qué hacer.
No hablo solo de los riesgos físicos. También están los químicos, biológicos y psicosociales, que también son consecuencia de una cultura que pone la productividad por encima del bienestar de las personas.
Sé que no es fácil cambiar y que duele reconocer que nuestras empresas no están haciendo lo suficiente. Pero es posible, sobre todo en procesos donde la transformación «del ser» cambió todo. Donde los líderes dejaron de ver a sus equipos como recursos y empezaron a verlos como seres humanos con sueños y con una vida fuera del trabajo.
Hay al menos tres cosas que toda empresa debe empezar a hacer si quiere construir una cultura de seguridad:
- Transformar el liderazgo desde «el ser». Los líderes deben ser los primeros en vivir la cultura de seguridad. No basta con que hablen de ella. Tienen que poner el ejemplo.
- Poner a las personas en el centro. La seguridad empieza cuando entendemos que cada vida vale, y que protegerla es nuestra responsabilidad.
- Dejar de tratar la seguridad como un checklist. La seguridad es una convicción y forma parte del ADN de una empresa. Si no está en la toma de decisiones, en la estrategia y en la operación, entonces no está.
Podemos seguir esperando a que algo suceda o podemos decidir cambiar. Transformar nuestras empresas. Ir más allá y apostar por una cultura que valore la vida. Eso, eso sí es liderazgo.
Artículo tomado de Entrepreneur, lea el original aquí.