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Serotonina, la ‘molécula de la felicidad’: su misterioso papel en nuestro estado de ánimo

Imagen de wayhomestudio en Freepik

La serotonina a menudo se conoce como ‘molécula de la felicidad’ por su supuesto papel en el mantenimiento del estado del ánimo; sin embargo, su verdadera relación con la depresión es compleja y motivo de debate entre los científicos.

La depresión y otros trastornos del ánimo están causando estragos en los países desarrollados. Sin ir más lejos, la incidencia en nuestro país se estima en el 5,8% y en los hombres en el 2,3%, según los datos que maneja el Ministerio de Sanidad.

Es una enfermedad tan antigua como la humanidad, descrita ya en los tiempos de Hipócrates y, sin embargo, nuestro arsenal de herramientas para enfrentarnos a ella es muy limitado. En buena parte, esto se debe a que no comprendemos del todo por qué se produce: nuestra principal teoría, la hipótesis serotoninérgica, presenta algunos agujeros importantes.

La falta de serotonina como origen de la depresión

La serotonina o 5-hidroxitriptamina (5-HT) es un neurotransmisor que nuestro cuerpo sintetiza a partir del aminoácido triptófano en los intestinos y en el cerebro. Cumple con una amplia variedad de funciones en nuestro organismo, que comprenderían desde cuestiones metabólicas hasta la regulación de procesos fisiológicos como el vómito hasta fenómenos neurológicos y psicológicos, como las alucinaciones o los estados de ánimo. De hecho, muchos científicos creen que su escasez es la responsable directa de los trastornos del estado de ánimo.

La cuestión es que esto último se piensa por una serie de estudios científicos que han asociado los efectos de determinados fármacos y sustancias sobre la disponibilidad de serotonina o sobre los receptores serotoninérgicos (receptores moleculares que captan y reaccionan ante la serotonina) con cambios psicológicos o psiquiátricos. Particularmente, en el año 1967 el investigador Alec Coppen publicó un influyente trabajo en la prestigiosa revista The British Journal of Psychiatry en el que planteaba la llamada ‘hipótesis serotoninérgica’, en base a sus observaciones de que añadir un triptófano a un inhibidor de la monoaminooxidasa (IMAO, el primer tipo de antidepresivo descubierto) aumentaba la potencia del efecto de este último.

De manera simplista, la hipótesis serotoninérgica plantea que el origen de la depresión clínica está en un déficit en la disponibilidad o en la captación de la serotonina en el encéfalo. Esto parece consistente con el funcionamiento de muchos de los fármacos que hoy en día se emplean en el tratamiento de los trastornos depresivos (como los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina o ISRS, que aumentan los niveles de serotonina disponibles en el sistema nervioso central), pero aún presenta algunos problemas. 

Evidencias y dudas

Por un lado, no existe consenso en que la literatura científica haya relacionado de manera clara las disminuciones en los niveles de serotonina con la aparición de sintomatología depresiva, como indica la revisión de gran calado publicada en Mollecular Psychiatry en el año 2022 (y, cabe apuntar, posteriormente criticada por supuestos fallos metodológicos en la misma revista científica).

Por otra parte, hay quien cita la relativamente limitada eficacia (aún en debate) y la complejidad de la respuesta clínica ante los ISRS (el alivio es mucho mayor en ciertos síntomas que en otros, señala un estudio publicado en Translational Psychiatryy aunque actúan de un modo parecido, hay diferencias importantes entre la efectividad de distintos fármacos del grupo respecto al placebo) como indicativa de que la hipótesis de la serotonina no es suficiente para explicar todos los fenómenos incluidos en el cuadro clínico depresivo .

Finalmente, algunos de los enfoques que más eficaces han mostrado ser frente a la depresión no incrementan (al menos, de manera artificial) los niveles de la serotonina en el cerebro. Este es el caso de la psicoterapia, actualmente una pata fundamental en el tratamiento de muchos pacientes (e incluso la única herramienta en muchos), que muestra que la modificación de pensamientos y emociones ya de por sí proporciona un alivio de los estados de ánimo depresivos.

Distintas estrategias contra la depresión

De hecho, al margen de los ISRS, existe todo un abanico de métodos que se dice que pueden aumentar la cantidad de serotonina en el cerebro, a veces como estrategia de márketing (no podemos olvidar lo mucho que se ha popularizado entre el público lego la hipótesis serotoninérgica’, llamada coloquialmente ‘teoría del desequilibrio químico). La eficacia que tienen a la hora de afrontar la sintomatología depresiva varía, al margen de cuál sea su efecto sobre los niveles de serotonina disponibles.

Por ejemplo, la Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos afirma que, si bien los suplementos de L-triptófano se emplean en ocasiones para «los síntomas graves del síndrome premenstrual, la depresión, el insomnio y muchas otras afecciones», no existe suficiente evidencia que respalde estos usos.

En cambio, otras recomendaciones, como la exposición a la luz solar y al exterior, la práctica habitual de deporte o el seguimiento de una dieta equilibrada y saludable sí parecen ayudar en el abordaje de la depresión, pero no está claro si lo hacen por aumentar la serotonina disponible o por otros efectos, como reducir la inflamación (otra teoría importante sobre el origen de la depresión, de hecho, es que se debería a la inflamación sistémica o del sistema nervioso).

Diferentes herramientas para cada caso

Al final, el papel que juega la serotonina sigue siendo motivo de debate entre los científicos, como lo es el de otros neurotransmisores (por ejemplo, la noradrenalina o la dopamina) y otras hipótesis. Lo más probable es que en la génesis de la enfermedad, en realidad, intervenga una gran variedad de factores complejos, que podrían incluir el funcionamiento del cerebro a nivel químico.

En la práctica, lo cierto es que algunas personas se benefician del tratamiento con ISRS y otras no. Muchos pacientes sí reportan efectos positivos cuando la terapia farmacológica se complementa con otros enfoques, como la psicoterapia. Esta clase de debates técnicos son vitales para el avance de los tratamientos y de nuestro entendimiento de la enfermedad, pero rara vez son inmediatamente trasladables a la práctica clínica.

Sea como sea, es posible abordar los síntomas y los estados de ánimo depresivos. Es trabajo de los profesionales y del propio paciente el buscar la combinación de herramientas que mejor se adapte a cada caso; pero recordando que la recuperación es posible.

Artículo tomado de 20minutos, lea el original aquí.

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Categorizado como Salud

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