Lo que comemos afecta fundamentalmente a los microbios de nuestro intestino, que a su vez pueden aumentar los niveles inflamatorios y ponernos en riesgo de padecer ciertas enfermedades.
Durante la pandemia, una buena parte de estos problemas salieron a la luz, y todos hemos oído hablar de un pico en la incidencia de trastornos psiquiátricos (que, por otro lado, se ha reducido desde entonces). Factores como el miedo, la incertidumbre, las dificultades económicas, las pérdidas de familiares o la saturación de los servicios sanitarios contribuyeron a la ola; en casos como este, las causas pueden ser relativamente fáciles de identificar. Sin embargo, también contribuyen aspectos de lo más inesperado como la alimentación.
El impacto de los alimentos ultraprocesados
Como apunta el profesor Edwin Fernández Cruz, director académico de máster en Nutrición de Precisión y Epidemiología Nutricional de la Universidad Internacional de La Rioja, en un artículo publicado en el portal de divulgación The Conversation, en los últimos años han ido haciéndose evidentes muchos de los efectos perjudiciales de los alimentos ultraprocesados, incluyendo su conexión con diversas patologías mentales.
Por ejemplo, el experto cita una reciente revisión de diversas investigaciones publicada en el medio Nutrients, que vinculaba el consumo frecuente de estos alimentos con un mayor riesgo de padecer síntomas depresivos o de ansiedad. Hasta ahora, no está del todo claro cual es el mecanismo detrás de esta asociación.
En dicho análisis se recoge, entre otras, una investigación llevada a cabo en Corea del Sur que encontró que las personas que siguen una dieta con una presencia importante de alimentos ultraprocesados tienen una posibilidad hasta un 1,4 mayor de padecer depresión. Este efecto era más pronunciado entre las mujeres que en los varones. Estudios llevados a cabo en Estados Unidos, Francia o los países mediterráneos llegaron a conclusiones similares, e incluso vincularon la aparición de síntomas en personas que antes no los padecían con factores como el consumo de bebidas edulcoradas.
La microbiota, el intermediario fundamental
Uno de los posibles mecanismos por los que el consumo de alimentos ultraprocesados podría estar dañando la salud mental de las personas es a través de un efecto detrimental en la microbiota (la compleja comunidad de organismos que habita de manera natural en nuestro cuerpo, y en este caso en los intestinos). Según el experto, cada vez disponemos de más evidencias que apoyan esta hipótesis.
Dentro de estos microorganismos, hay varios filos (una categoría taxológica que a su vez se divide en géneros) especialmente relevantes: los más abundantes, por ejemplo, son Firmicutes y Bacteroidetes, y otros como Actinobacterias, Fusobacterias, Proteobacterias y Verrucomicrobia también son importantes. Dentro de ellos, el género de bacterias intestinales más conocido es el Bifidobacterium.
Algunos estudios, como los que recoge una revisión publicada también en Nutrients en 2023, han comprobado que el número de bacterias Firmicutes disminuye en las personas con cuadros de ansiedad, al tiempo que aumenta la población de otras como Bacteridetes o Fusobacterias. En la depresión, por su parte, Prevotella, Klebsiella o Clostridium son géneros que también experimentan cambios.
Hay que tener en cuenta que, en condiciones óptimas, las personas deberíamos disfrutar de una proporción equilibrada en las diversas especies bacterianas de nuestro intestino, en lo que se conoce como eubiosis. Las rupturas de esta armonía (disbiosis) se asocia con numerosas enfermedades crónicas, a menudo por vía de procesos inflamatorios crónicos derivados de la proliferación de bacterias que secretan toxinas proinflamatorios. Justamente este parece ser el caso que encontramos en individuos con trastornos depresivos o ansiosos.
Otro punto muy interesante que señala Fernández es el hecho de que hasta el 90% de la serotonina del organismo se produce en el intestino, y que aunque no comprendemos del todo cuál es sí sabemos que esta molécula interviene de manera fundamental en el proceso patológico de la depresión. De hecho, la mayoría de los tratamientos farmacológicos contra el trastorno con los que contamos buscan aumentar la cantidad disponible de serotonina.
Una dieta saludable para la salud mental
Alimentos como los prebióticos y los probióticos pueden ayudar a recuperar el equilibrio microbiótico en el intestino, aunque parece ser que lo fundamental es un cambio en los hábitos alimentarios. Al fin y al cabo, estos microorganismos obtienen la energía principalmente de lo que ingerimos, por lo que nuestra dieta tiene una influencia fundamental en los filos y géneros que nos habitan.
El profesor recuerda que, en esta dirección, los patrones de consumo occidentalizados (ricos en alimentos de origen animal, con una importante presencia de ultraprocesados y con técnicas de cocina poco saludables) se asocian en la literatura científica a mayores niveles de ansiedad y depresión, en oposición a dietas como la mediterránea, la nórdica o la japonesa. Hábitos como una ingesta elevada de ácidos grasos poliinsaturados procedentes del pescado, mayor consumo de frutas, verduras y cereales integrales o alimentos fermentados podría favorecer los estados de eubiosis.
Por supuesto, los trastornos psiquiátricos como la ansiedad o la depresión son muy complejos, y tienen más causas que la mera alimentación. Sin embargo, cuidar este aspecto podría ser una ayuda importante para reducir el riesgo de padecerlos o para reducir la intensidad de los síntomas.
Artículo tomado de 20minutos, lea el original aquí.