El acceso a un empleo no es sencillo para las personas jóvenes en el país. De acuerdo con datos del INEGI, la tasa de desempleo entre la población de entre 15 y 25 años de edad es el doble que la media general del mercado, también registran mayores niveles de informalidad laboral y barreras de acceso.
Si esto fuera un libro de récords, los jóvenes en el mundo del trabajo tendrían varios de los campeonatos en estigmas, brecha de habilidades, informalidad y otros factores que complican su acceso a un empleo y la propia calidad del mismo cuando lo consiguen.
“Hay un montón de retos para que las personas jóvenes puedan incorporarse al mercado laboral y no sólo eso, que logren un trabajo digno”, señala Angélica Jasso, secretaria Técnica de la Alianza de Jóvenes con Trabajo Digno.
En México, la tasa de informalidad general es de 55.0%, pero entre las personas ocupadas de entre 15 y 29 años de edad, ésta se eleva al 66.9 por ciento. Es decir, casi siete de cada 10 jóvenes laboran en condición informal, de acuerdo con los datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE).
“Realmente hay un montón de barreras estructurales que impiden que los jóvenes tengan acceso a un trabajo digno. Hay 17.4 millones de jóvenes que están en algún condición desfavorable: sin empleo, en pobreza o en un empleo precario. Es un escenario bastante dramático”, afirma Angélica Jasso.
Este 12 de agosto se conmemoró el Día Internacional de la Juventud, una fecha declarada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para hacer un llamado a la comunidad internacional sobre los problemas de las juventudes. En este terreno, el mundo del trabajo aún tiene retos para este sector de la población.
Según la última Encuesta Nacional de Egresados (ENE) del Centro de Opinión Pública de la UVM, los egresados universitarios perciben un deterioro en las condiciones en el mercado laboral, especialmente en prestaciones y sueldos. Esto ha provocado un crecimiento en el trabajo independiente.
“Aunque la población joven está accediendo a niveles cada vez más altos de educación, al momento de ingresar al mercado laboral enfrenta condiciones laborales que podrían afectar su trayectoria profesional, puesto que a la gran mayoría de ellos no ese les garantiza la seguridad social ni otras prestaciones laborales”, indica el Instituto Mexicano para la Competitividad (Imco).
Hasta ahora, las políticas públicas no están enfocadas en el contexto laboral al que se enfrentarán los jóvenes, en buena medida eso explica por qué el acceso al mundo del trabajo es complicado para este grupo de la población. “Hay esfuerzos para apoyar a los jóvenes, pero les falta una visión integral de lo que requiere el mercado laboral”, dice Graciela Rojas, presidenta de la organización Movimiento STEM.
En México, la edad se puede convertir casi en un castigo para incorporarse al mercado laboral y acceder a un trabajo decente. En el primer trimestre del año, la tasa de desocupación general fue de 2.6%, pero entre las personas de 15 a 24 años de edad ese promedio se elevó a 5.7 por ciento.
En tanto, los jóvenes con una ocupación tienen un ingreso promedio de 6,316 pesos mensuales, de acuerdo con las estimaciones del Coneval para el periodo enero-marzo de este año. Pero en el caso de los menores de edad que participan en el mercado laboral, las percepciones laborales promedio bajan hasta 2,470 pesos por mes.
“Los jóvenes enfrentan una situación laboral compleja con tasas de desempleo dos o tres veces más altas que el resto de la población. Uno de los grandes retos tiene que ver con la formación que están recibiendo en las universidades y eso se refleja en la realidad laboral. Estamos formando a los jóvenes, pero no necesariamente en aquellas habilidades que demanda el mercado”, opina Nidia Chávez, director general de la Fundación Telefónica Movistar México.
En eso coincide Graciela Rojas. Para la especialista, parte de este reto se vincula con la formación educativa que reciben los jóvenes. “La escasez de talento es algo que no vemos disminuir, sino todo lo contrario y esto es porque el mundo avanza más rápido de lo que pueden responder los sistemas educativos y los gobiernos”.
El reto de la empleabilidad juvenil no es sencillo, pero tanto gobierno, empresas y sector educativo deben abordar este asunto para evitar que los jóvenes caigan en la informalidad o no consigan logren al mundo del trabajo.
“Se aprende haciendo, no hay otra manera y por eso hay que darle oportunidad a los jóvenes de ingresar a los ecosistemas para que aprendan. Muchas veces los jóvenes no permanecen en un ecosistema porque nunca tuvieron la oportunidad de explorar si se pueden desarrollar ahí o no”, expone Nidia Chávez.
Empleo juvenil, una perspectiva de habilidades
De acuerdo con la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), la brecha de habilidades en América Latina no ha dejado de crecer en la última década. El desempleo juvenil, indica, está vinculado con la desactualización de las competencias, la falta de orientación vocacional y las pocas oportunidades de adquirir experiencia desde la educación universitaria son algunos de los factores.
“Cada vez hay más empresas interesadas en intervenir en diversos programas porque se dan cuenta de la falta de talento que complica el desarrollo de industrias”, asegura Graciela Rojas. Pero la evolución del sistema educativo para formar a los jóvenes con las competencias demandadas por el mercado laboral requiere de muchas otras acciones, como la capacitación a docentes o la actualización de los programas educativos.
A través de su informe Habilidades en Latinoamérica, la OCDE evidencia que los jóvenes menores de 24 años tienen el doble de posibilidades de estar desempleados en comparación con las personas mayores de 25 años.
Aunque el asunto no escapa del gobierno, Nidia Chávez considera que desde el sector privado se puede hacer mucho para “ayudar a los jóvenes a mejorar sus perfiles y desarrollar habilidades”.
Con una adopción tecnológica tan rápida en las empresas y que irrumpe en diversos campos, las posibilidades para los jóvenes son muchas, pero hay que impulsarlos con el desarrollo de competencias, subraya la especialista. “Creo que cuando los reclutadores están pidiendo perfiles con ciertas habilidades, los jóvenes no saben de qué les están hablando”.
“Es verdad que hay un desfase entre lo que pide el mercado laboral y la formación de las personas jóvenes, pero eso tiene que ver con la educación en el sector educativo. Hay que hacer un esfuerzo por alinear la capacitación que reciben con lo que demanda el mercado laboral y en contexto, hemos identificado que las habilidades socioemocionales son muy valiosas para los empleadores”, expone Angélica Jasso.
La discriminación, otro factor que influye
El rezago en competencias no es el único factor que aleja a los jóvenes del mercado laboral. “La apariencia física es para muchos una barrera de entrada y también hay discriminación hacia los jóvenes hasta por el código postal”, comenta Angélica Jasso. Los sesgos en el reclutamiento también son una barrera que le impide a esta población insertarse en un empleo.
Los jóvenes de entre 18 y 25 años consideran que el acceso a un empleo es complicado. Más allá de la falta de experiencia, el 44% de esta población en nuestro país afirma que la apariencia física es la principal barrera para ingresar al mercado laboral, según un estudio de la Fundación Forge.
Entre otros factores externos que los jóvenes califican como limitantes para ingresar al mercado laboral se encuentran los dependientes económicos (24%), el género (22%) y su lugar de residencia (10%).
“Hay muchas barreras de acceso en el mercado laboral formal”, puntualiza Angélica Jasso. Estas limitantes y la precariedad de algunas ofertas de empleo orillan a las personas jóvenes a buscar alternativas en la informalidad.
Es un hecho que las expectativas de los jóvenes en el trabajo han cambiado, reconoce la especialista. Pero “los jóvenes sí están buscando salarios dignos, seguridad social y estabilidad en el empleo”, y cuando esto no se encuentra en el sector formal, donde se está sujeto a horarios, puede haber malos jefes y abusos, “dejan de mirar el trabajo subordinado como una opción y empieza a considerar ser sus propios jefes, independientes y emprender. Pero obviamente ese camino no es para todos y puede ser precario”.
Artículo tomado de El Economista, lea el original aquí.